martes, 11 de noviembre de 2008

café

Apoyé los brazos sobre la mesa. Acomodé la cabeza entre ellos. Entrecerré los ojos. Cansado, debo haber dormido no mas de 5 minutos, pero parecieron horas. Soñé con café, café por todos lados, café y mas café, desperté sobresaltado, pero sobre la madera habían solo un quintal de hojas escritas, ni una gota de la bebida, que ha decir verdad, en ese momento, me hubiera venido bien. Si me quedaba un minuto más en el escritorio no me despertaba hasta pasados los meses, así que salí de la habitación y caminé por la casa, pensaba las horas, a qué hora tenía que salir, a qué hora tenia que llegar, agarraba las cosas, un bolso, un libro para el viaje, una cámara de fotos. Así, apurado, dormido, desganado, salí a hacer el mismo camino monótono de todos los jueves, caminé por las mismas cuadras, escuché a las mismas personas, hasta que un amargo, dulce y perfecto olor a café se metió por mi nariz hasta mis ganas, mis pies sin seguir la orden conciente de mi cerebro doblaron, su cerebro era ahora el aroma, yo los miraba desde afuera ¡paren, llegamos tarde!, inmediatamente me di cuenta, no iríamos a trabajar hoy.

Sólo una vez me había dejado guiar por otro de mis sentidos que no fuera la rutina, hacia calor, llevaba el traje en la mano y el sol me pegaba en la nuca como una criatura molestándome con su juguete. El sentido era, en ese día caluroso, la vista, la vista de una mujer. No pensaba seguirla, hasta que mi mente empezó a pensar miles de cosas al mismo tiempo, sin dejarme, al fin de cuentas, pensar en algo, y ahí me encontré yo, siguiendo como quien camina yendo a la oficina, a muchos pares de cabellos negros y brillantes ondeando a cada paso, ninguna parte de ella demostraba tener el calor que debía tener toda la calle, yo quería que me transmitiera su frescura, hasta que dobló, y la perdí.

Ésta vez terminamos (mis pies y yo), al lado de un tarro con granos de café, en los bolsillos había encontrado algo de plata, y el olor era cada vez mas intenso, mas fuerte y mas deseado. Agarré mi tasa, enorme e interminable (después de todo, no iba a derrochar en una lágrima mi mañana libre) y me senté en una mesa al lado de la ventana. Miraba la gente que pasaba por la vereda, nadie tenia tiempo ni siquiera de sentirse observado, yo tenía mi grúa de café, y también tiempo libre, así que salí al mundo, y me dejé llevar por mis pies.

2 comentarios:

malenoide dijo...

ay gor gracias por firmarme siempre el blog
siempre estas ahi para que se llene askjasj :$
te adoro (LL skjask

ay me voy que me sonrojo jiji

malenoide dijo...

barboleda
dale que te conctas y hacemos intercambio de fotos?
yo de mi cumple
vos de la partuza ultima en lo de da
si si siiii :)
teodoro