miércoles, 17 de junio de 2009

"Tres sentidos, solamente tendrás tres sentidos" le dijo suavemente al oído, y el pequeño se estremeció, había decidido regalarle su gusto y su tacto a cambio de saber todo lo que cabiera en su pequeña sesera. Mientras se cocinaba en su jugo, y tenía tiempo para meditar todo lo que nadie sospecharía nunca que había pensado, había decidido aquello que nunca alguien en la tierra había razonado disponer y había concretado una acción, que de ser justa, habría sido divina. La pensó hasta que emergió de la nada misma, y le pidió entre sollozos la erudición, ella, suave e incorpórea, imperceptible para todos menos para él, se lo adjudicó a cambio de sus anémicos sentidos y él, si pensarlo dos veces, se los dió. El pequeño, aún sin ser considerado la vida misma, no supuso que al nacer, todos sus saberes se volitilizarian y quedarían reducidos al solo echo de saber mirar.

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